domingo, 28 de junio de 2009

Cenicienta en la ciudad (Parte 4)

Pese a ser finales de Junio, al día siguiente amaneció gris. “un día Irlandés” como yo los llamaba. El año anterior me había pasado unos dos meses en la capital del país Celta. Perfeccionando mi inglés y trabajando en una de las oficinas de turismo. Me encantaban esos días, mágicos y frescos.

Pero de Mágicos nada de nada. En cuanto llegué a la oficina, instalada cerca de la Plaça Catalunya, el bombardeo de prisas me avasalló. Mi jefa inmediata, Cristina, asomó la cabeza.

- ¡Eleeeeeeeena! – giré en redondo intentando poner la sonrisa que tocaba.
- ¿Si? –
- Espero que el lunes tengas hecha la maquetación. El libro tiene que salir a impresión ¡ya!
- Si señora – dije lo más dulcemente que pude- el lunes estará sin falta, no te preocupes, me quedaré todo el fin de semana encerrada en casa con el ordenador y el Photoshop.- ver que me iba a tirar dos días encerrada en la penumbra de mi piso la animó sobremanera.
- Así me gusta, que eficiente y con qué buen humor te lo tomas, este fin de semana va a hacer estupendo para ir a la playa. Yo me marcharé a Calafell. – ¡que tía! – pero tómate un descanso de vez en cuando.


Me marché a mi mesa, aguantando la sonrisa y con un enorme dolor en las comisuras. Cuando me senté por fin relajé y destensé. Milo, el chico de del correo vino con su sonrisa de siempre. Estos chicos cada vez eran más altos.

- Hola Elena – saludó, y cuando vio mi cara, añadió - ¿Tan pronto?
- Si, hijo, tan pronto. – alargué la mano - ¿Qué tienes por ahí?
- Lo de siempre y esto… - Dejó caer un sobre rojo pasión encima de la mesa con letras impresas: Elena.
- ¿Quién te ha dado esto? – Pregunté con la mirada fija en ese trozo de cartulina.
- No lo sé, a mí me lo han dado en recepción – me miró con socarronería - ¿Admiradores secretos?
- No. Seguro que es alguna broma, Gracias Milo – Y dicho eso, el chico se cuadró cual sargento superior y tras saludar, siguió su ruta.


Lo observé marcharse por el rabillo del ojo y acto seguido manipulé el sobre rojo, buscando una señal. Pero nada, mi nombre y el cierre hermético. Rasgué la solapa con cuidado. Y extraje una tarjeta del mismo color que el sobre. Estaba escrita con letra de imprenta.

“Esta noche es mágica, tienes que estar atenta”

¿Y nada más? ¡Vaya una tontería!. Esa noche iba a estar trabajando como una loca a través de la pantalla. Seguro que había sido idea del gracioso de Fran. Mi primer pensamiento fue arrugar el papel y tirarlo a la papelera. Sin embargo acabó dentro del primer cajón de la mesa.

- A ver Elena, concéntrate que se te presenta una jornada muy dura…
Y dicho eso, me puse a trabajar, que no se dijera que no hacía todo lo posible por llevar aquello adelante. Mientras otras se iban a la playa…

El extraño mensaje se perdió entre presupuestos y maquetaciones.

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