Los viernes próximos al verano, la jornada era intensiva. A las 3 terminaba. Pero eso sólo era una utopía para jefes y superiores. Ya que cuando quise salir de la oficina eran cerca de las 6. Estaba agotada, sin embargo, tenía todo hecho. Sólo me faltaba darle un repaso y mandarlo a imprenta. Sin embargo no quise decirle nada a Mónica y Fran. Me vendría bien un viernes tranquilo en casa.
Cuando llegué cerca de las siete, el piso era un hervidero. Fran estaba encerrado en su habitación con “Nickleback” a todo volumen. Señal de que estaba en proceso de “ponerse guapo”.
El baño estaba ocupado por Mónica, que cantaba bajo la ducha. Me dirigí a la habitación , Y reparé en el vestido rojo colgado en una percha. Corto de corte romano y escote de sirena. ¿Por qué Mónica no ponía sus cosas en su habitación?
Me desembaracé del portátil y el bolso. Y me senté en la cama para descalzarme, me dejé caer hacia atrás e iba a ser difícil moverme… Mónica apareció poco después.
- ¡Pero bueno! ¿Aún estás así? – la miré de reojo.
- ¿Así como? – ella me miró
- Pues así – había alguna obviedad que se me pasaba por alto - ¡A la ducha ahora mismo!
- Cuando os vayáis, me ducharé con tranquilidad. – ella me miró con una sonrisa burlona
- ¿Cuándo nos vayamos? Perdona bonita, pero te vienes con nosotros. – entonces la que se rió fui yo.
- ¿Aún estáis con esas? NO, además no he pagado la cena.
- Si la has pagado – dijo ella con una mueca maliciosa. Levanté la cabeza y la miré.
- No, no la he pagado. – Mónica se sentó a mi lado.
- Esta mañana han pagado tu cena – me senté en la cama y la miré
- Que… ¿QUÉ? Joder, mataré a Fran.
- No ha sido Fran – dijo ella. Ahora sí que no entendía nada.
- ¿Entonces? – ella se encogió de hombros.
- No tengo ni idea, pero esta mañana me ha llegado dos ingresos para la cena de esta noche a tu nombre y el de tu acompañante.
- ¿Mi acompañante? ¿Quién es mi acompañante? – me quedé estupefacta
- No tengo ni idea, no lo dice. Pero así es, al principio creía que era una broma hasta que ha llegado eso esta mañana – señaló el vestido.
Mis ojos fueron del vestido a ella.
- ¿Qué eso es para mí? – asintió
- Si, y es precioso por cierto – ¿Qué me había perdido?
- Creo que te confundes… - dije levantándome de la cama
- No me confundo – se acercó a mi tocador y me alargó un sobre que estaba encima.
Lo cogí y la miré extrañada. Rojo, como el de la oficina.
“Ponte el vestido y espérame en el vestíbulo del restaurante pequeña cenicienta”
No sabía si estaba enfadada o ¿Gratamente sorprendida?
- Esto tiene que ser una broma – le dije a Mónica. En ese momento entró Fran Oliendo a Ralph Lauren.
- ¡Señoritas! Vayan acabando… ¡Elena! ¿Aún así? – le miré y señalé la nota y al vestido
- ¿Tu no tendrás nada que ver con esto?
- ¡Que va! Pero me parece de lo más original no sabía que tenías un admirador secreto… - agregó con intencionalidad.
- ¿No pensáis que puede ser una broma pesada? – ambos me miraron.
- ¡Por supuesto que no! Además: te han pagado la cena, te regalan un vestidazo, te dicen que te re-unas con alguien en la entrada ¿Y estás pensando en no ir? – dijo Fran- ¡a las mujeres no hay quién os entienda!
- Podría ser una broma – Dije en mi defensa
- Yo si quisiera gastarte una broma no te hubiera regalado un vestido de… ¿Más de 300 euros? – dijo él a ojo.
- ¿300 euros? – casi se me salieron los ojos de las órbitas.
- Tienes que ir – resolvió Mónica – sino lo haces por ti, hazlo por mí. Si es una broma siempre puedes irte o quedarte pero nadie sabe nada. de esto. Sólo Fran y yo. Ale a la ducha.
Y por una vez no repliqué… ¿Estaba idiota? Por qué mi fuerza de voluntad había fallado tan estrepitosamente. Me dirigí a la ducha, y debajo del grifo empecé a pensar qué estaba pasando. Y por qué me empeñaba en hacerlo todo más difícil. Por la ventana el crepúsculo teñía el cielo de Barcelona de colores preciosos, preludio de una noche que prometía ser mágica.
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