Colgué y salí al salón de nuevo. Fran estaba preparando la cena en la cocina, ¡teníamos un Chef en casa! Mónica hojeaba una revista mientras veía “pasapalabra”.
- ¿Quién era? – preguntó –
- Nestor – dije sentándome y cogiendo la “cuore”. Ella sonrió
- Ah…. Nestor, ¿Qué tal está?
- Bien, liado – dije intentando que no se me notara que siempre que hablaba con él se me quedaba una sensación rara de paz y sosiego, y vale, una sonrisa bobalicona también. Era un secreto a voces.
- Pero saca tiempo para llamarte, no sé como aún no ha pasado nada entre vosotros dos. – removí la revista prestando atención a la cicatriz que lucía Hugo Silva al lado del ombligo.
- No sé a que te refieres…
- Ya… claro – dijo con una sonrisa socarrona – y a él tampoco se le nota nada…
- No digas tonterías Mónica, él siente un aprecio por mí y yo por él y ya está. Además no soy su tipo. ¡Ya me dirás tu en que me parezco a Anabel!
- Pues en nada, por eso. Con Anabel acabó la cosa fatal. Y además él y Alejo no pueden ser más distintos – dejé la revista
- ¿Por qué mencionas ese nombre en mi presencia? – la miré foribunda – ya me has echado… - me levanté
- Lo sieeeeeeeeeento – dijo persiguiéndome hasta la habitación. – perdón, estamos de acuerdo en que no debería de haber dicho nada sobre él. Y menos compararlo con Nestor todopoderoso. Pero tienes que superar eso, al final y al cabo fuiste tu la que cortó.
- Claro, en cuanto empezó a portarse como un posesivo, un energúmeno y fue aireando por ahí nuestros momentos íntimos. Mira de verdad, en serio no quiero hablar…
- Pues llevas sin querer hablar 3 meses.
- Por eso, demasiado tiempo ya. He pasado página.
- Muy bien, me rindo – y antes de salir me miró - ¿Quieres que le diga algo mañana, o se lo vas a decir tu?
Como respuesta le tiré mi cojín del Pato Lucas, pero acabé soltando una carcajada.
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