lunes, 8 de junio de 2009

Cenicienta en la ciudad (Parte 1)

Había sido un mes un poco duro. Las cosas deberían de estar listas para el lunes siguiente y me esperaba un fin de semana autista en mi pequeño piso del centro. Ese fin de semana. Para más irritación había una cena dónde todos mis amigos del club literario iban a estar. Club que tenía un poco abandonado últimamente. Y me iba a ser imposible asistir, pese a los ruegos de mis compañeros de piso: Fran y Mónica que además eran los organizadores.

Mi jefa y dos compañeras me estaban haciendo la vida imposible. Ya que era una de las preferidas del jefe supremo. ¡Que culpa tenía yo de que me hubiera adoptado como a una hija!. Pero ahí estaban delegándome todo el proyecto a mí. Era difícil de conseguir pero aún así no imposible.

Con ese panorama no podía acceder a los ruegos de mis amigos. Además, entre los asistentes iba a estar Anabel, con la que había tenido algún que otro conflicto. Y Alejo, mi último gran desastre. Con lo cual no tenía ganas de ir tampoco.

Aquella tarde anterior a la cena estábamos sentados en el salón. Y Fran y Mónica no dejaban de parlotear. Sobre lo maravilloso del día siguiente. Mientras yo me hundía en el sofá con mi portátil y la maquetación saliendo de la pantalla.

- Elena, ¡ya me dirás tu a mí qué haces mañana de 10 a 2! ¡Vente!- Espetó Mónica por trigésimo-tercera vez.
- Que no… - Contesté – no puedo tengo que acabar esto.
- Pero eres el alma de las reuniones, sin ti no será lo mismo – Agregó Fran
- Anda ya, eres un exagerado.
- Hay gente que sino vas tu se lo están planteando. – miré por encima del portátil a los dos.
- Sabéis que no puedo y no voy a estar a gusto. – Fran se levantó del sofá
- Pero mujer, ¿vas a dejar de ir por Alejo y Anabel?
- No, es que tengo trabajo, gracias a dios. – Mónica bufó
- Deberías de olvidarte de ellos, como si no existieran. Lo del trabajo es una excusa muy tonta. Sabes que lo acabarás de sobra el domingo. E incluso si no lo hicieras, tu jefe te adora. No te diría nada.
- Bueno, pero quiero acabarlo, y repasarlo y…
- ¡Basta! – Mónica miró a Fran – Esta niña es imposible. Dejémosla. Pero no la tachemos de la lista. Por si acaso.
- Lo he oído – dije – y vosotros veréis pero hay el 99% de las probabilidades de que no vaya.
- Jugaremos con ese 1% - dijo Fran esquivando el cojín que le lancé directamente a la cabeza.

En ese instante me sonó el móvil. Y cuando comprobé quién era, una sonrisa me iluminó la cara.

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