martes, 9 de junio de 2009

Cenicienta en la ciudad (Parte 2)

Dejé el portátil encima de la mesa y me encerré en mi habitación.

-¡Hola! – Saludé con voz animada - ¿Cómo estás?

- Estoy bien, ¿Y tu? – la voz profunda de mi amigo Nestor resonó en mis oídos.
- Bueno, terminando unas cosas del trabajo.
- Trabajas demasiado… - me recriminó.
- No vengas tu ahora también, como Fran y Mónica. – oí unas ligeras interferencias.
- ¿Qué pasa con Fran y Mónica?
- Siguen empeñados en que vaya a esa cena…
- ¿La del club?
- Si.
- ¿y por qué no vas? – suspiré
- ¡Otro igual! No empieces…
- No empiezo, pero siempre ibas a todas esas cosas ¿Qué ha pasado?
- Nada… tengo trabajo.

Nestor había sido una de las primeras personas que había conocido a través del club literario. Desde el primer momento tuvimos una conexión y una amistad muy grande. Pero poco después le habían destinado a Escocia y apenas se dejaba ver por la capital mediterránea.

- Ya… Elena te conozco desde hace más de dos años y no te pierdes una ¿Qué pasa?
- Mmm nada. Es que mi jefa me está agobiando mucho. De verdad. Y no sé últimamente no tengo tantas ganas de estar con la sonrisa en la cara todo el día.
- No tendrá nadie nada que ver ¿verdad? – preguntó con voz amenazante
- Mmm, no.
- No te creo. - ¿Qué podía decirle? Me incomoda mucho ver a ciertas personas que no me apetece ver. Que encima con una de ellas, él había tenido un pequeño entendimiento hacía mucho.
- No me creas – me puse a la defensiva.
- Elena… la vida sigue, los traspiés que damos, nos sirven para crecer. Si después de lo mío con Anabel, hubiese pasado de todo, seguramente no estaríamos hablando.
- Lo sé, lo sé pero sabes que estas cosas se me notan. ¡jo! Si estuvieras aquí todo sería más fácil - ¿Había dicho yo eso? Me mordí la lengua. Al otro lado de la linea: silencio.- ¿Nes?
- Sigo aquí, es que estaba pensando y asimilando lo que me acabas de decir – dijo con cierta sonrisa en la voz. - ¿Cómo sería más fácil?
- Déjalo – me puse roja hasta la raíz del pelo.
- No, no lo dejo. Has dicho que si estuviera ahí todo sería más fácil…
- Si… porque no sé, contigo me siento protegida – escuché una ligera risa al otro lado del hilo telefónico.
- Sabes que me encantaría estar ahí pero es muy difícil. Dentro de poco acaba el mes y los exámenes… y dentro de nada me voy a Irlanda a dar un curso sobre simbología Celta. – suspiré
- Lo sé, lo siento, no he dicho nada –
- Has dicho más de lo crees… - dijo él tan flojito que no sé ni cómo lo escuché. – Bueno, bueno, tengo reunión dentro de poco en el museo. Cuídate. Y verás como al final vas mañana.
- ¡Otra vez!
- ¿Qué te apuestas? – me retó él.
- Lo que quieras, lo vas a perder…
- Mmm interesante. Me lo pensaré y te lo haré saber. Cuídate, espero verte pronto.
- Y yo, muchos besos. – y cuando escuché el pitido de fin de llamada suspiré – no lo sabes cuanto.


Colgué y salí al salón de nuevo. Fran estaba preparando la cena en la cocina, ¡teníamos un Chef en casa! Mónica hojeaba una revista mientras veía “pasapalabra”.

- ¿Quién era? – preguntó –
- Nestor – dije sentándome y cogiendo la “cuore”. Ella sonrió
- Ah…. Nestor, ¿Qué tal está?
- Bien, liado – dije intentando que no se me notara que siempre que hablaba con él se me quedaba una sensación rara de paz y sosiego, y vale, una sonrisa bobalicona también. Era un secreto a voces.
- Pero saca tiempo para llamarte, no sé como aún no ha pasado nada entre vosotros dos. – removí la revista prestando atención a la cicatriz que lucía Hugo Silva al lado del ombligo.
- No sé a que te refieres…
- Ya… claro – dijo con una sonrisa socarrona – y a él tampoco se le nota nada…
- No digas tonterías Mónica, él siente un aprecio por mí y yo por él y ya está. Además no soy su tipo. ¡Ya me dirás tu en que me parezco a Anabel!
- Pues en nada, por eso. Con Anabel acabó la cosa fatal. Y además él y Alejo no pueden ser más distintos – dejé la revista
- ¿Por qué mencionas ese nombre en mi presencia? – la miré foribunda – ya me has echado… - me levanté
- Lo sieeeeeeeeeento – dijo persiguiéndome hasta la habitación. – perdón, estamos de acuerdo en que no debería de haber dicho nada sobre él. Y menos compararlo con Nestor todopoderoso. Pero tienes que superar eso, al final y al cabo fuiste tu la que cortó.
- Claro, en cuanto empezó a portarse como un posesivo, un energúmeno y fue aireando por ahí nuestros momentos íntimos. Mira de verdad, en serio no quiero hablar…
- Pues llevas sin querer hablar 3 meses.
- Por eso, demasiado tiempo ya. He pasado página.
- Muy bien, me rindo – y antes de salir me miró - ¿Quieres que le diga algo mañana, o se lo vas a decir tu?

Como respuesta le tiré mi cojín del Pato Lucas, pero acabé soltando una carcajada.

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