Pese a ser finales de Junio, al día siguiente amaneció gris. “un día Irlandés” como yo los llamaba. El año anterior me había pasado unos dos meses en la capital del país Celta. Perfeccionando mi inglés y trabajando en una de las oficinas de turismo. Me encantaban esos días, mágicos y frescos.
Pero de Mágicos nada de nada. En cuanto llegué a la oficina, instalada cerca de la Plaça Catalunya, el bombardeo de prisas me avasalló. Mi jefa inmediata, Cristina, asomó la cabeza.
- ¡Eleeeeeeeena! – giré en redondo intentando poner la sonrisa que tocaba.
- ¿Si? –
- Espero que el lunes tengas hecha la maquetación. El libro tiene que salir a impresión ¡ya!
- Si señora – dije lo más dulcemente que pude- el lunes estará sin falta, no te preocupes, me quedaré todo el fin de semana encerrada en casa con el ordenador y el Photoshop.- ver que me iba a tirar dos días encerrada en la penumbra de mi piso la animó sobremanera.
- Así me gusta, que eficiente y con qué buen humor te lo tomas, este fin de semana va a hacer estupendo para ir a la playa. Yo me marcharé a Calafell. – ¡que tía! – pero tómate un descanso de vez en cuando.
Me marché a mi mesa, aguantando la sonrisa y con un enorme dolor en las comisuras. Cuando me senté por fin relajé y destensé. Milo, el chico de del correo vino con su sonrisa de siempre. Estos chicos cada vez eran más altos.
- Hola Elena – saludó, y cuando vio mi cara, añadió - ¿Tan pronto?
- Si, hijo, tan pronto. – alargué la mano - ¿Qué tienes por ahí?
- Lo de siempre y esto… - Dejó caer un sobre rojo pasión encima de la mesa con letras impresas: Elena.
- ¿Quién te ha dado esto? – Pregunté con la mirada fija en ese trozo de cartulina.
- No lo sé, a mí me lo han dado en recepción – me miró con socarronería - ¿Admiradores secretos?
- No. Seguro que es alguna broma, Gracias Milo – Y dicho eso, el chico se cuadró cual sargento superior y tras saludar, siguió su ruta.
Lo observé marcharse por el rabillo del ojo y acto seguido manipulé el sobre rojo, buscando una señal. Pero nada, mi nombre y el cierre hermético. Rasgué la solapa con cuidado. Y extraje una tarjeta del mismo color que el sobre. Estaba escrita con letra de imprenta.
“Esta noche es mágica, tienes que estar atenta”
¿Y nada más? ¡Vaya una tontería!. Esa noche iba a estar trabajando como una loca a través de la pantalla. Seguro que había sido idea del gracioso de Fran. Mi primer pensamiento fue arrugar el papel y tirarlo a la papelera. Sin embargo acabó dentro del primer cajón de la mesa.
- A ver Elena, concéntrate que se te presenta una jornada muy dura…
Y dicho eso, me puse a trabajar, que no se dijera que no hacía todo lo posible por llevar aquello adelante. Mientras otras se iban a la playa…
El extraño mensaje se perdió entre presupuestos y maquetaciones.
domingo, 28 de junio de 2009
miércoles, 24 de junio de 2009
Cenicienta en la ciudad (Parte 3)
Colgué y salí al salón de nuevo. Fran estaba preparando la cena en la cocina, ¡teníamos un Chef en casa! Mónica hojeaba una revista mientras veía “pasapalabra”.
- ¿Quién era? – preguntó –
- Nestor – dije sentándome y cogiendo la “cuore”. Ella sonrió
- Ah…. Nestor, ¿Qué tal está?
- Bien, liado – dije intentando que no se me notara que siempre que hablaba con él se me quedaba una sensación rara de paz y sosiego, y vale, una sonrisa bobalicona también. Era un secreto a voces.
- Pero saca tiempo para llamarte, no sé como aún no ha pasado nada entre vosotros dos. – removí la revista prestando atención a la cicatriz que lucía Hugo Silva al lado del ombligo.
- No sé a que te refieres…
- Ya… claro – dijo con una sonrisa socarrona – y a él tampoco se le nota nada…
- No digas tonterías Mónica, él siente un aprecio por mí y yo por él y ya está. Además no soy su tipo. ¡Ya me dirás tu en que me parezco a Anabel!
- Pues en nada, por eso. Con Anabel acabó la cosa fatal. Y además él y Alejo no pueden ser más distintos – dejé la revista
- ¿Por qué mencionas ese nombre en mi presencia? – la miré foribunda – ya me has echado… - me levanté
- Lo sieeeeeeeeeento – dijo persiguiéndome hasta la habitación. – perdón, estamos de acuerdo en que no debería de haber dicho nada sobre él. Y menos compararlo con Nestor todopoderoso. Pero tienes que superar eso, al final y al cabo fuiste tu la que cortó.
- Claro, en cuanto empezó a portarse como un posesivo, un energúmeno y fue aireando por ahí nuestros momentos íntimos. Mira de verdad, en serio no quiero hablar…
- Pues llevas sin querer hablar 3 meses.
- Por eso, demasiado tiempo ya. He pasado página.
- Muy bien, me rindo – y antes de salir me miró - ¿Quieres que le diga algo mañana, o se lo vas a decir tu?
Como respuesta le tiré mi cojín del Pato Lucas, pero acabé soltando una carcajada.
- ¿Quién era? – preguntó –
- Nestor – dije sentándome y cogiendo la “cuore”. Ella sonrió
- Ah…. Nestor, ¿Qué tal está?
- Bien, liado – dije intentando que no se me notara que siempre que hablaba con él se me quedaba una sensación rara de paz y sosiego, y vale, una sonrisa bobalicona también. Era un secreto a voces.
- Pero saca tiempo para llamarte, no sé como aún no ha pasado nada entre vosotros dos. – removí la revista prestando atención a la cicatriz que lucía Hugo Silva al lado del ombligo.
- No sé a que te refieres…
- Ya… claro – dijo con una sonrisa socarrona – y a él tampoco se le nota nada…
- No digas tonterías Mónica, él siente un aprecio por mí y yo por él y ya está. Además no soy su tipo. ¡Ya me dirás tu en que me parezco a Anabel!
- Pues en nada, por eso. Con Anabel acabó la cosa fatal. Y además él y Alejo no pueden ser más distintos – dejé la revista
- ¿Por qué mencionas ese nombre en mi presencia? – la miré foribunda – ya me has echado… - me levanté
- Lo sieeeeeeeeeento – dijo persiguiéndome hasta la habitación. – perdón, estamos de acuerdo en que no debería de haber dicho nada sobre él. Y menos compararlo con Nestor todopoderoso. Pero tienes que superar eso, al final y al cabo fuiste tu la que cortó.
- Claro, en cuanto empezó a portarse como un posesivo, un energúmeno y fue aireando por ahí nuestros momentos íntimos. Mira de verdad, en serio no quiero hablar…
- Pues llevas sin querer hablar 3 meses.
- Por eso, demasiado tiempo ya. He pasado página.
- Muy bien, me rindo – y antes de salir me miró - ¿Quieres que le diga algo mañana, o se lo vas a decir tu?
Como respuesta le tiré mi cojín del Pato Lucas, pero acabé soltando una carcajada.
martes, 9 de junio de 2009
Cenicienta en la ciudad (Parte 2)
Dejé el portátil encima de la mesa y me encerré en mi habitación.
-¡Hola! – Saludé con voz animada - ¿Cómo estás?
- Estoy bien, ¿Y tu? – la voz profunda de mi amigo Nestor resonó en mis oídos.
- Bueno, terminando unas cosas del trabajo.
- Trabajas demasiado… - me recriminó.
- No vengas tu ahora también, como Fran y Mónica. – oí unas ligeras interferencias.
- ¿Qué pasa con Fran y Mónica?
- Siguen empeñados en que vaya a esa cena…
- ¿La del club?
- Si.
- ¿y por qué no vas? – suspiré
- ¡Otro igual! No empieces…
- No empiezo, pero siempre ibas a todas esas cosas ¿Qué ha pasado?
- Nada… tengo trabajo.
Nestor había sido una de las primeras personas que había conocido a través del club literario. Desde el primer momento tuvimos una conexión y una amistad muy grande. Pero poco después le habían destinado a Escocia y apenas se dejaba ver por la capital mediterránea.
- Ya… Elena te conozco desde hace más de dos años y no te pierdes una ¿Qué pasa?
- Mmm nada. Es que mi jefa me está agobiando mucho. De verdad. Y no sé últimamente no tengo tantas ganas de estar con la sonrisa en la cara todo el día.
- No tendrá nadie nada que ver ¿verdad? – preguntó con voz amenazante
- Mmm, no.
- No te creo. - ¿Qué podía decirle? Me incomoda mucho ver a ciertas personas que no me apetece ver. Que encima con una de ellas, él había tenido un pequeño entendimiento hacía mucho.
- No me creas – me puse a la defensiva.
- Elena… la vida sigue, los traspiés que damos, nos sirven para crecer. Si después de lo mío con Anabel, hubiese pasado de todo, seguramente no estaríamos hablando.
- Lo sé, lo sé pero sabes que estas cosas se me notan. ¡jo! Si estuvieras aquí todo sería más fácil - ¿Había dicho yo eso? Me mordí la lengua. Al otro lado de la linea: silencio.- ¿Nes?
- Sigo aquí, es que estaba pensando y asimilando lo que me acabas de decir – dijo con cierta sonrisa en la voz. - ¿Cómo sería más fácil?
- Déjalo – me puse roja hasta la raíz del pelo.
- No, no lo dejo. Has dicho que si estuviera ahí todo sería más fácil…
- Si… porque no sé, contigo me siento protegida – escuché una ligera risa al otro lado del hilo telefónico.
- Sabes que me encantaría estar ahí pero es muy difícil. Dentro de poco acaba el mes y los exámenes… y dentro de nada me voy a Irlanda a dar un curso sobre simbología Celta. – suspiré
- Lo sé, lo siento, no he dicho nada –
- Has dicho más de lo crees… - dijo él tan flojito que no sé ni cómo lo escuché. – Bueno, bueno, tengo reunión dentro de poco en el museo. Cuídate. Y verás como al final vas mañana.
- ¡Otra vez!
- ¿Qué te apuestas? – me retó él.
- Lo que quieras, lo vas a perder…
- Mmm interesante. Me lo pensaré y te lo haré saber. Cuídate, espero verte pronto.
- Y yo, muchos besos. – y cuando escuché el pitido de fin de llamada suspiré – no lo sabes cuanto.
Colgué y salí al salón de nuevo. Fran estaba preparando la cena en la cocina, ¡teníamos un Chef en casa! Mónica hojeaba una revista mientras veía “pasapalabra”.
- ¿Quién era? – preguntó –
- Nestor – dije sentándome y cogiendo la “cuore”. Ella sonrió
- Ah…. Nestor, ¿Qué tal está?
- Bien, liado – dije intentando que no se me notara que siempre que hablaba con él se me quedaba una sensación rara de paz y sosiego, y vale, una sonrisa bobalicona también. Era un secreto a voces.
- Pero saca tiempo para llamarte, no sé como aún no ha pasado nada entre vosotros dos. – removí la revista prestando atención a la cicatriz que lucía Hugo Silva al lado del ombligo.
- No sé a que te refieres…
- Ya… claro – dijo con una sonrisa socarrona – y a él tampoco se le nota nada…
- No digas tonterías Mónica, él siente un aprecio por mí y yo por él y ya está. Además no soy su tipo. ¡Ya me dirás tu en que me parezco a Anabel!
- Pues en nada, por eso. Con Anabel acabó la cosa fatal. Y además él y Alejo no pueden ser más distintos – dejé la revista
- ¿Por qué mencionas ese nombre en mi presencia? – la miré foribunda – ya me has echado… - me levanté
- Lo sieeeeeeeeeento – dijo persiguiéndome hasta la habitación. – perdón, estamos de acuerdo en que no debería de haber dicho nada sobre él. Y menos compararlo con Nestor todopoderoso. Pero tienes que superar eso, al final y al cabo fuiste tu la que cortó.
- Claro, en cuanto empezó a portarse como un posesivo, un energúmeno y fue aireando por ahí nuestros momentos íntimos. Mira de verdad, en serio no quiero hablar…
- Pues llevas sin querer hablar 3 meses.
- Por eso, demasiado tiempo ya. He pasado página.
- Muy bien, me rindo – y antes de salir me miró - ¿Quieres que le diga algo mañana, o se lo vas a decir tu?
Como respuesta le tiré mi cojín del Pato Lucas, pero acabé soltando una carcajada.
-¡Hola! – Saludé con voz animada - ¿Cómo estás?
- Estoy bien, ¿Y tu? – la voz profunda de mi amigo Nestor resonó en mis oídos.
- Bueno, terminando unas cosas del trabajo.
- Trabajas demasiado… - me recriminó.
- No vengas tu ahora también, como Fran y Mónica. – oí unas ligeras interferencias.
- ¿Qué pasa con Fran y Mónica?
- Siguen empeñados en que vaya a esa cena…
- ¿La del club?
- Si.
- ¿y por qué no vas? – suspiré
- ¡Otro igual! No empieces…
- No empiezo, pero siempre ibas a todas esas cosas ¿Qué ha pasado?
- Nada… tengo trabajo.
Nestor había sido una de las primeras personas que había conocido a través del club literario. Desde el primer momento tuvimos una conexión y una amistad muy grande. Pero poco después le habían destinado a Escocia y apenas se dejaba ver por la capital mediterránea.
- Ya… Elena te conozco desde hace más de dos años y no te pierdes una ¿Qué pasa?
- Mmm nada. Es que mi jefa me está agobiando mucho. De verdad. Y no sé últimamente no tengo tantas ganas de estar con la sonrisa en la cara todo el día.
- No tendrá nadie nada que ver ¿verdad? – preguntó con voz amenazante
- Mmm, no.
- No te creo. - ¿Qué podía decirle? Me incomoda mucho ver a ciertas personas que no me apetece ver. Que encima con una de ellas, él había tenido un pequeño entendimiento hacía mucho.
- No me creas – me puse a la defensiva.
- Elena… la vida sigue, los traspiés que damos, nos sirven para crecer. Si después de lo mío con Anabel, hubiese pasado de todo, seguramente no estaríamos hablando.
- Lo sé, lo sé pero sabes que estas cosas se me notan. ¡jo! Si estuvieras aquí todo sería más fácil - ¿Había dicho yo eso? Me mordí la lengua. Al otro lado de la linea: silencio.- ¿Nes?
- Sigo aquí, es que estaba pensando y asimilando lo que me acabas de decir – dijo con cierta sonrisa en la voz. - ¿Cómo sería más fácil?
- Déjalo – me puse roja hasta la raíz del pelo.
- No, no lo dejo. Has dicho que si estuviera ahí todo sería más fácil…
- Si… porque no sé, contigo me siento protegida – escuché una ligera risa al otro lado del hilo telefónico.
- Sabes que me encantaría estar ahí pero es muy difícil. Dentro de poco acaba el mes y los exámenes… y dentro de nada me voy a Irlanda a dar un curso sobre simbología Celta. – suspiré
- Lo sé, lo siento, no he dicho nada –
- Has dicho más de lo crees… - dijo él tan flojito que no sé ni cómo lo escuché. – Bueno, bueno, tengo reunión dentro de poco en el museo. Cuídate. Y verás como al final vas mañana.
- ¡Otra vez!
- ¿Qué te apuestas? – me retó él.
- Lo que quieras, lo vas a perder…
- Mmm interesante. Me lo pensaré y te lo haré saber. Cuídate, espero verte pronto.
- Y yo, muchos besos. – y cuando escuché el pitido de fin de llamada suspiré – no lo sabes cuanto.
Colgué y salí al salón de nuevo. Fran estaba preparando la cena en la cocina, ¡teníamos un Chef en casa! Mónica hojeaba una revista mientras veía “pasapalabra”.
- ¿Quién era? – preguntó –
- Nestor – dije sentándome y cogiendo la “cuore”. Ella sonrió
- Ah…. Nestor, ¿Qué tal está?
- Bien, liado – dije intentando que no se me notara que siempre que hablaba con él se me quedaba una sensación rara de paz y sosiego, y vale, una sonrisa bobalicona también. Era un secreto a voces.
- Pero saca tiempo para llamarte, no sé como aún no ha pasado nada entre vosotros dos. – removí la revista prestando atención a la cicatriz que lucía Hugo Silva al lado del ombligo.
- No sé a que te refieres…
- Ya… claro – dijo con una sonrisa socarrona – y a él tampoco se le nota nada…
- No digas tonterías Mónica, él siente un aprecio por mí y yo por él y ya está. Además no soy su tipo. ¡Ya me dirás tu en que me parezco a Anabel!
- Pues en nada, por eso. Con Anabel acabó la cosa fatal. Y además él y Alejo no pueden ser más distintos – dejé la revista
- ¿Por qué mencionas ese nombre en mi presencia? – la miré foribunda – ya me has echado… - me levanté
- Lo sieeeeeeeeeento – dijo persiguiéndome hasta la habitación. – perdón, estamos de acuerdo en que no debería de haber dicho nada sobre él. Y menos compararlo con Nestor todopoderoso. Pero tienes que superar eso, al final y al cabo fuiste tu la que cortó.
- Claro, en cuanto empezó a portarse como un posesivo, un energúmeno y fue aireando por ahí nuestros momentos íntimos. Mira de verdad, en serio no quiero hablar…
- Pues llevas sin querer hablar 3 meses.
- Por eso, demasiado tiempo ya. He pasado página.
- Muy bien, me rindo – y antes de salir me miró - ¿Quieres que le diga algo mañana, o se lo vas a decir tu?
Como respuesta le tiré mi cojín del Pato Lucas, pero acabé soltando una carcajada.
lunes, 8 de junio de 2009
Cenicienta en la ciudad (Parte 1)
Había sido un mes un poco duro. Las cosas deberían de estar listas para el lunes siguiente y me esperaba un fin de semana autista en mi pequeño piso del centro. Ese fin de semana. Para más irritación había una cena dónde todos mis amigos del club literario iban a estar. Club que tenía un poco abandonado últimamente. Y me iba a ser imposible asistir, pese a los ruegos de mis compañeros de piso: Fran y Mónica que además eran los organizadores.
Mi jefa y dos compañeras me estaban haciendo la vida imposible. Ya que era una de las preferidas del jefe supremo. ¡Que culpa tenía yo de que me hubiera adoptado como a una hija!. Pero ahí estaban delegándome todo el proyecto a mí. Era difícil de conseguir pero aún así no imposible.
Con ese panorama no podía acceder a los ruegos de mis amigos. Además, entre los asistentes iba a estar Anabel, con la que había tenido algún que otro conflicto. Y Alejo, mi último gran desastre. Con lo cual no tenía ganas de ir tampoco.
Aquella tarde anterior a la cena estábamos sentados en el salón. Y Fran y Mónica no dejaban de parlotear. Sobre lo maravilloso del día siguiente. Mientras yo me hundía en el sofá con mi portátil y la maquetación saliendo de la pantalla.
- Elena, ¡ya me dirás tu a mí qué haces mañana de 10 a 2! ¡Vente!- Espetó Mónica por trigésimo-tercera vez.
- Que no… - Contesté – no puedo tengo que acabar esto.
- Pero eres el alma de las reuniones, sin ti no será lo mismo – Agregó Fran
- Anda ya, eres un exagerado.
- Hay gente que sino vas tu se lo están planteando. – miré por encima del portátil a los dos.
- Sabéis que no puedo y no voy a estar a gusto. – Fran se levantó del sofá
- Pero mujer, ¿vas a dejar de ir por Alejo y Anabel?
- No, es que tengo trabajo, gracias a dios. – Mónica bufó
- Deberías de olvidarte de ellos, como si no existieran. Lo del trabajo es una excusa muy tonta. Sabes que lo acabarás de sobra el domingo. E incluso si no lo hicieras, tu jefe te adora. No te diría nada.
- Bueno, pero quiero acabarlo, y repasarlo y…
- ¡Basta! – Mónica miró a Fran – Esta niña es imposible. Dejémosla. Pero no la tachemos de la lista. Por si acaso.
- Lo he oído – dije – y vosotros veréis pero hay el 99% de las probabilidades de que no vaya.
- Jugaremos con ese 1% - dijo Fran esquivando el cojín que le lancé directamente a la cabeza.
En ese instante me sonó el móvil. Y cuando comprobé quién era, una sonrisa me iluminó la cara.
Mi jefa y dos compañeras me estaban haciendo la vida imposible. Ya que era una de las preferidas del jefe supremo. ¡Que culpa tenía yo de que me hubiera adoptado como a una hija!. Pero ahí estaban delegándome todo el proyecto a mí. Era difícil de conseguir pero aún así no imposible.
Con ese panorama no podía acceder a los ruegos de mis amigos. Además, entre los asistentes iba a estar Anabel, con la que había tenido algún que otro conflicto. Y Alejo, mi último gran desastre. Con lo cual no tenía ganas de ir tampoco.
Aquella tarde anterior a la cena estábamos sentados en el salón. Y Fran y Mónica no dejaban de parlotear. Sobre lo maravilloso del día siguiente. Mientras yo me hundía en el sofá con mi portátil y la maquetación saliendo de la pantalla.
- Elena, ¡ya me dirás tu a mí qué haces mañana de 10 a 2! ¡Vente!- Espetó Mónica por trigésimo-tercera vez.
- Que no… - Contesté – no puedo tengo que acabar esto.
- Pero eres el alma de las reuniones, sin ti no será lo mismo – Agregó Fran
- Anda ya, eres un exagerado.
- Hay gente que sino vas tu se lo están planteando. – miré por encima del portátil a los dos.
- Sabéis que no puedo y no voy a estar a gusto. – Fran se levantó del sofá
- Pero mujer, ¿vas a dejar de ir por Alejo y Anabel?
- No, es que tengo trabajo, gracias a dios. – Mónica bufó
- Deberías de olvidarte de ellos, como si no existieran. Lo del trabajo es una excusa muy tonta. Sabes que lo acabarás de sobra el domingo. E incluso si no lo hicieras, tu jefe te adora. No te diría nada.
- Bueno, pero quiero acabarlo, y repasarlo y…
- ¡Basta! – Mónica miró a Fran – Esta niña es imposible. Dejémosla. Pero no la tachemos de la lista. Por si acaso.
- Lo he oído – dije – y vosotros veréis pero hay el 99% de las probabilidades de que no vaya.
- Jugaremos con ese 1% - dijo Fran esquivando el cojín que le lancé directamente a la cabeza.
En ese instante me sonó el móvil. Y cuando comprobé quién era, una sonrisa me iluminó la cara.
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